La literatura nos une con el resto de los habitantes de este planeta, nos hermana con la humanidad entera, más allá del tiempo y del espacio. Podemos experimentar las mismas emociones que un escritor inglés del siglo XVI o que una autora contemporánea de la remota Nueva Guinea. Leer te hace inmortal. Rosa Montero.
Cuando nos planteamos la dinamización de Los Fundamentales de Alejandro Mesonero en las redes sociales, inmediatamente supimos que debíamos servirnos de su metáfora visual y lúdica: El Juego de la Oca. En su tablero, Mesonero nos muestra las lecturas que se entretejen en un camino de ida, vuelta y descanso en el jardín soñado: El Jardín de las Ocas, el jardín de las lecturas que aún están por venir.
A través de un grupo de Facebook recorrimos con los lectores doce casillas del tablero de Alejandro, doce paradas para conversar sobre obras, escritores y vivencias lectoras: Lo leí obligada, en el instituto. Cayó en mis manos por la recomendación de un amigo. Tuve que abandonarlo, no me dice nada. Me impactó. La releo una y otra vez. No pude con él. Es un festín.
La conversación en la que participaron activamente 63 personas, dio como fruto más de 400 obras compartidas por entusiastas de la lectura. Al finalizar el juego, para premiar la constancia de los lectores, se sortearon una edición especial del Quijote y una reproducción en tela de Vóila, de Alejandro Mesonero; que finalmente viajarán hasta Montijo y Castuera (Badajoz), lugares de procedencia de las ganadoras.
El valor de este juego, cuyo importante alcance queda patente en la alta participación y el interés despertado, radica en la comunidad creada: una pequeña patria lectora que busca solaz, consuelo y aventura en la literatura. Lectores que recomiendan recuperar al Lazarillo, a la Celestina, al Buscón, a las Novelas Ejemplares. Lectores que confiesan no soportar el libro del escritor de relumbrón. Lectores que adoran a Madame Bovary o no la comprenden, lectores que se preguntan por las apariencias y la esencia, por el aroma de una obra que a otros les resulta un tanto empalagoso y a aquellos, excelso. Y, lo mejor de todo, el respeto y la contención al escribir sobre libros y autores queridos por otros y detestados por uno mismo. Y la contención y el respeto de los admiradores acérrimos. ¿No os ha sorprendido la respuesta del grupo?, nos preguntaron la otra tarde en una calle de Peñaranda. No, lo cierto es que la acogida no, respondimos. Sí la cálida acogida, la sensibilidad y el exquisito cuidado en hablar de lecturas. Una pequeña patria de lectores empeñados en compartir la alegría de leer.